Dongfeng es el grupo chino que está interesado en la compra de Maserati y, según ha podido saber La Tribuna de Automoción de fuentes del sector, ya habrían tenido lugar las primeras conversaciones, a pesar de que Stellantis mantiene a nivel oficial su negativa de que la firma italiana esté en venta. Sin embargo, las mismas fuentes señalan que la operación resultará difícil por las trabas que podría poner el Gobierno trasalpino.
La viabilidad de las 14 marcas del consorcio era una de las premisas que fijó el presidente de Stellantis, John Elkann, en la búsqueda del sucesor de Carlos Tavares como CEO. Pese a esto, en abril, antes del nombramiento de Antonio Filosa para el puesto —fue anunciado el 28 de mayo, aunque esta publicación lo adelantó el 21 de mayo—, solicitó a la consultora McKinsey un informe sobre cómo afectarían los aranceles entonces anunciados por Estados Unidos a algunas de sus enseñas, entre las que se incluía Maserati, tal y como informó la agencia Reuters.
No obstante, también encargó a la misma que analizara posibles opciones de futuro para la enseña italiana resultando entre las dadas una hipotética desinversión y una futura venta.
A pesar de que la rumorología ha sido constante en los últimos meses, y que no se aplacó con la llegada de Filosa a la dirección general de la compañía, siempre esta ha negado su intención de vender Maserati o cualquier otra marca del conglomerado.
Negativa del Gobierno italiano
Uno de los principales problemas que podría encontrar la operación estaría en el Ejecutivo encabezado por Giorgia Meloni, quien pondría reticencias a que la firma de lujo pasara a manos chinas, como ya sucedió en 2009 cuando la excanciller de Alemania, Angela Merkel, se negó a la venta de Opel, entonces en manos de General Motors, a la canadiense Magna y su socio ruso Sberbank, algo que sí permitió en 2017 cuando pasó a manos del Grupo PSA (que junto a Grupo FCA dio nacimiento a Stellantis en 2021) por 2.200 millones de euros.
No sería este, además, el primer encontronazo de la primera ministra transalpina con Stellantis, pues ya criticó el traslado de la producción del Fiat Panda, un modelo histórico de aquel país, a Serbia; no dejó utilizar el nombre de Milano para el último lanzamiento de Alfa Romeo al producirse este en Polonia —el ministro de Industria, Adolfo Urso, llegó a señalar que «un coche llamado Milano debe producirse en Italia»— por lo que, después de su presentación a medios, se rebautizó como Junior; o ya obligó a retirar la bandera de Italia de los Fiat 600 y Topolino al ensamblarse en Polonia y Marruecos, respectivamente.
Además, en julio de 2024, amenazó a Stellantis con una posible nacionalización de las marcas Autobianchi e Innocenti para una posterior entrega a una compañía que fabricara sus modelos en suelo transalpino. Y, a esto se sumó el anuncio de reducción en octubre de 2024 del presupuesto de ayudas a la industria automotriz, dotado con 5.800 millones de euros para el periodo 2025-2030, que dejó en 1.200.
Tras este recorte los principales beneficiados serían los fabricantes de componentes mientras que la gran perjudicada sería el proyecto ACC, una fábrica de baterías en Térmoli, donde sus principales accionistas son Stellantis y Mercedes-Benz.















































