viernes, 18 de abril de 2025 - 9:24:10
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Trump, China, trampas e ilusionistas

La política de Trump y su señalamiento de la industria del automóvil europea podría ser solo una distracción para fijar la atención en un punto mientras se centra en otras actuaciones lejos de las miradas. Aquí entra su guerra con China por mantenerse como poder económico mundial, puesto que tradicionalmente ha estado en manos de Estados Unidos, pero que ahora se podría desplazar al país asiático.

No soy un fanático de la magia, pero me fascina la capacidad que tienen los ilusionistas de llevarte a su terreno. No son magos ni hacen magia, pero sí expertos en generar una distracción mientras ejecutan la verdadera misión.

Trump, como Putin, quiere romper el orden mundial establecido ante el ascenso imparable de un poder emergente (China), que está desafiando al poder hegemónico (EEUU), y para ello se apoya en varias palancas para conseguirlo. En el caso concreto de los automóviles, la distracción pasa por acusar a Europa de conjurarse contra el producto Made in USA, y por eso hay pocos coches americanos circulando por nuestro continente, cuando en realidad es que muchas marcas de EEUU no quisieron adaptarse a los estándares medioambientales y de seguridad que rigen en la UE y, por ello, ya no operan aquí.

El error, a mi juicio, sería caer en las distracciones de Trump y plantearse devaluar nuestros estándares para así rebajar el tarifazo… Dará igual, pues el objetivo de Trump es otro y sólo busca ganar tiempo. En 2015, el politólogo Graham T. Allison escribió un artículo titulado «La trampa de Tucídides», en el que explica distintos casos de poderes en ascenso que, a lo largo de la historia, han rivalizado con poderes gobernantes, así como el potencial de guerra subyacente. Allison también describe que «cuando las partes evitaron la guerra, se requirieron enormes y dolorosos ajustes en las actitudes no solo por parte del retador, sino también del desafiado».

El problema son las víctimas colaterales (ahí entra Europa). Habida cuenta de que China hace gala de paciencia estratégica (es lo que tienen las autocracias ilimitadas) y es culturalmente confucionista (el bienestar colectivo/Estado está por encima del individuo), sería otro error que Europa cayera por despecho en los brazos del gigante asiático, que ahora se presenta como el bueno de la película. Europa debe encontrar su sitio, cimentarlo y pensar a largo plazo. No queda otra.

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