ÁNGEL ALONSO
Con puntualidad sajona o suiza, que esto de las formalidades en las citas no tiene referente geográfico concreto, la Dirección General de Tráfico (DGT) nos prepara para una nueva campaña estival ante el inmediato éxodo que implican las vacaciones.
Se calculan 86 millones de desplazamientos en unas fechas hechas casi para moverse, porque, aunque la crisis, va a frenar bastante esa movilidad, no habrá españolito que, siquiera un día, coja su coche para romper con el entorno habitual y tome aire en campo, montaña o playa.
La terapia de la DGT ante los movimientos masivos en coche del verano puede resultar un buen testigo del pulso sicológico y sociológico del país. Las campañas de concienciación han pasado por muchos estados de ánimo según la coyuntura. Ha habido mensajes dulcificados, didácticos, reflexivos, tolerantes, intolerantes, sin faltar la crudeza, en fin, que por calificativos, no quede.
Desconozco, aunque se pueden intuir, las razones que han movido al departamento de Pere Navarro a un retorno a las campañas crudas, de una especie de depresión del ánimo, como la que acaba de lanzar en sus anuncios publicitarios o, por mejor definirlos, avisos a la sociedad. Ha reconocido el propio ministro del ramo que el contenido de los nuevos mensajes de concienciación a los conductores en la campaña de verano iba a arrastrar polémica. Desde luego no faltan ingredientes. De algún modo, existe una semejanza con aquella España de posguerra de los seriales radiofónicos, conocidos como dramones, donde ficciones límites de desgracias ajenas distraían y consolaban de las carencias propias.
Opinión completa en la edición impresa de La Tribuna de Automoción nº 351