viernes, 16 de mayo de 2025 - 10:50:49
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Didáctica del apagón

No ha desaparecido el susto por el apagón del 28 de abril. Y mucho más tardará en borrarse, dado el precedente, el terror que seguirá a caídas de luz en comunidades de vecinos o barriadas, infrecuentes, pero posibles, sin caer en lo extraordinario que se acaba de vivir. Experiencias así dejan secuelas, y el último lunes de abril quedará como una fecha que servirá para conversar a muchas voces, sobre dónde estábamos ese día y a esa hora. Es la seña de identidad de los sucesos imborrables de la memoria.

Acontecimientos así siguen un protocolo invariable y nocivo. Al tiempo de las cábalas sobre el hecho y sus implicaciones ciudadanas, emergen las especulaciones políticas, que no se harán esperar, y que acompañarán a nuestras angustias y, hasta las superarán, dejándolas en segundo plano. A este grado de inmadurez se ha llevado el debate social. Antes que soluciones se demandan responsabilidades. Creo que es una perjudicial inversión de términos y prioridades. Ambas deben tener su turno.

El encadenamiento de reacciones desde que se hiciera la luz y volviese una relativa cotidianidad, se fijó en la urgencia política y mediática por abrir las compuertas de la permanente descalificación e incapacidad del opuesto. En aras a esa insultante estrategia para la inteligencia colectiva, los voceros de los partidos de la oposición clamaron por el derecho de información como estadio superior al obligado derecho de soluciones para una colectividad angustiada.

Trampa de tahúr. Pretender información apresurada sobre causalidades tan complejas es la expresión práctica de la política de cocinado de microondas, aquí tan en boga. Tres vueltas en la plataforma del horno y a dar por hecho que el guiso es una exquisitez. Un plato o argumento bien cocinado exige lentitud, precaución y mimo en la selección de ingredientes. El apresuramiento del que da trigo es inducción al error en beneficio del que solo predica. Es sabido que hay tres cosas que no se recuperan jamás: la flecha lanzada, la ocasión perdida y la palabra dicha, y si esta ha sido mal pronunciada, el yerro es devastador a beneficio del oyente. Antes que tranquilizar a los ciudadanos, la obligada política de Estado, se ha intentado poner la ratonera en la lid partidista. Qué estrechez de miras. La crónica del apagón tuvo el prefacio, una vez más, de una ciudadanía a muchos codos de distancia de la caterva política. Ni un solo altercado en el país en horas de ansiedad. Colaboración desinteresada entre ciudadanos. Servicios sociales a plena efectividad.

Urgente se ha hecho abrir una reedición del debate sobre el coche eléctrico. Otra verdad rotunda vendida a la sociedad con el marchamo de la infalibilidad dogmática que es el recurso abusivo al decreto

Fue edificante ver en una metrópoli como Madrid, en la que el apagado de semáforos en una determinada área es el caos, cómo se respetaba el paso de los peatones en las travesías de calzada con los automovilistas disciplinados en la cesión de paso.

La circulación rodada fue el séptimo de caballería en auxilio de un transporte suburbano y ferroviario que paralizó todo su sistema. Los autobuses operaron al cien por cien. Las ambulancias no cejaron en su impagable misión. He sido oyente de testimonios acerca de multitud de automovilistas que se ofrecieron a transportar al paisanaje desesperado en las inmensas colas ante las paradas de la red pública de superficie.

La didáctica del apagón no puede sacudirse sin una profunda reflexión del dogmatismo energético que ha imperado durante años en las Administraciones Públicas. Claro que necesitamos un programa ambicioso de energías alternativas en un país con enorme dependencia de los combustibles fósiles. Pero la cuestión se ha abordado con un infalible matiz progresista de poner rumbo sin frenos a un adelante sin hoja de ruta.

Como sugería C.S. Lewis, el progresismo más útil es el que retrocede a dos pasos del abismo.
Urgente se ha hecho abrir una reedición del debate sobre el coche eléctrico. Otra verdad rotunda vendida a la sociedad con el marchamo de la infalibilidad dogmática que es el recurso abusivo al decreto. Se imponen transiciones menos radicales, incluso periodos de convivencia más elásticos que los arbitrados con las energías clásicas. Están sin contestar montones de preguntas, sobre todo las relativas al impacto que su uso masivo puede tener en la generación, distribución y almacenamiento del sistema. Las primeras razones del desaguisado del apagón apuntan a una sobrecarga por la heterogeneidad de energías que lo alimentan. Este es el auténtico núcleo informativo del apagón para los ciudadanos. Lo demás, engañifa política.

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