Se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó a parar, cantaban en la Cuba revolucionaria. «Comparto el asco por el gorroneo europeo; patético», escribe el secretario de Defensa, Pete Hegseth, en el chat de Signal sobre el ataque militar a los utíes en Yemen. «Simplemente, odio rescatar a los europeos otra vez», añade el vicepresidente Vance, quien apunta que esa misión beneficiaría a Europa, cuyo 40% del comercio transita por el Canal de Suez frente al 3% del comercio estadounidense. Y Mike Waltz, asesor de seguridad nacional de Trump, añade: nuestro Gobierno debería «recopilar los costes asociados a esa operación militar y cobrárselos a los europeos».
Resulta saludable confirmar que la visión del mundo que tiene la Casa Blanca se reduce a ceros en la cuenta corriente. Europa ya sabe a qué atenerse. La política democrática está abierta a cualquier ciudadano, incluidos aquellos que nacieron en cuna rica, su empatía sufre atrofia severa, el dinero es su totem y confunden la negociación con la imposición vía amenaza económica o militar. Véase la película The Apprentice sobre esta figura. Esto es lo que hay: todo por la pasta, el ideario de Trump y su entorno.
«al este de Europa gobierna un sátrapa que viola todos los tratados internacionales sobre vecindad pacífica para conquistar territorios en busca de aquella Rusia imperial»
No menos saludable es refrendar que al este de Europa gobierna un sátrapa que viola todos los tratados internacionales sobre vecindad pacífica para conquistar territorios en busca de aquella Rusia imperial perdida hace un siglo largo y volver a hilvanar la federación de repúblicas conquistada a sangre y fuego hace ochenta años. Viejo espía de la KGB y empoderado de por vida, no tiene prisa en cumplir sus planes y tratará de minar hasta donde Europa se lo permita los cimientos de nuestra democracia y progreso. Todo por la Rusia imperial.
Algo más allá, a solo unos minutos en un ingenio hipersónico, otro personaje que se ha criado como obrero, campesino y soldado, se atrevió con la ingeniería química y ha conocido todos los escalones del poder, se ha anclado en la autocracia, controla con mano firme los resortes de una potencia mundial, no le tiembla el pulso para ahogar derechos humanos básicos y aspira a sembrar de made in China los cinco continentes. Todo por la mercancía.
«Hay tierra, negocios e influencias a repartir. Y Europa, esta vez, no está invitada a jugar esta partida»
Por la mente de estos tres personajes quizás pase la idea de sentarse a dividir el mundo al estilo conferencia de Yalta (Stalin, Churchill y Roosvelt, 1945). Hay tierra, negocios e influencias a repartir. Y Europa, esta vez, no está invitada a jugar esta partida, sino a ser espectadora y pagadora de envites ajenos.
El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos, le dice Ilsa a Rick una tarde parisina teñida de nazismo en la película Casablanca. La idea de Unión Europea nos sigue enamorando. Y aunque el escenario geopolítico se desploma, Europa parece despertar del sueño de progreso y libertad antes mecidos por el tío Sam y su larga mano armada. Ici, c´est Europe.