En las escuelas de periodismo rigen dos máximas: en portada lo más importante (el rey muere en primera página) y lo más novedoso (un hombre muerde a un perro). Este es el qué y el quién de la noticia, que se completa con el cuándo, dónde, cómo, por qué y para qué. Responder esos «interrogantes» es una exigencia de mínimos que hacen más libre a una sociedad.
El quién de nuestra noticia responde al nombre de Trump. El qué es el vuelco que imprime a las relaciones internacionales acercándose a Putin, dando la espalda a Europa y sobando la idea de cercenar la OTAN. Ucrania es el pretexto. El cuándo es ahora mismo: ya. El dónde se visualiza en un mapamundi comandado por tres potencias: Estados Unidos, Rusia y China. El cómo consiste en retirar ayuda militar a Europa e imponer aranceles a casi todos los países en una supuesta defensa de la economía estadounidense. El por qué obedece a una megalómana concepción autocrática del mundo. El para qué es una incógnita que el protagonista no ha desvelado y cuya respuesta quizás ignore. ¿Perder aliados y amigos a cambio de qué?
Las preguntas han de contestarse también desde este lado del mundo, más democrático y aún libre.
Quién ha de responder a Trump tiene una variable pendiente: la UE como estado unitario o cada país como estado federado. Frente a la deslealtad del poderoso, el qué ya es innegociable: rearme. Cuándo no tiene remedio: a la voz de ¡ar! Dónde situar la inversión no parece que tenga discusión: por doquier.
«Es obvio que la industria europea no está a la altura de la estadounidense, pero convendría desbrozar, propiciar y emprender ese camino con la celeridad que exige una catástrofe natural»
Por qué y para qué rearmarse apenas merece cinco minutos de discusión, salvo para miopes que no ven de lejos la amenaza de un mundo autocrático ni hipermétropes que no perciben de cerca los peligros que corren todas las libertades que gozamos, todas, si la vanidad de los iluminados chantajistas triunfara.
Cómo proceder al rearme lanza las grandes incógnitas: tecnológicas y financieras. Es obvio que la industria europea no está a la altura de la estadounidense, pero convendría desbrozar, propiciar y emprender ese camino con la celeridad que exige una catástrofe natural. La otra pregunta es cómo pagar el esfuerzo, inversión, gasto o como se quiera llamar el rearme.
¿Lo afronta la UE como un bloque, es decir, con deuda mancomunada; cada país se endeuda a su leal saber y entender; o se procede a un mix que comprometa y comparta para el futuro el uso del material producido? Surge entonces una derivada: ¿el afán inversor afectará al Estado de Bienestar que se trata de proteger en Europa? (Sanidad, educación, pensiones...) El único dato objetivo que hoy se puede poner encima de la mesa es que la archimillonaria deuda del rearme la pagaremos nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos; estará viva durante generaciones. Gracias, mister Trump, por hacernos más pobres.