Si bien hace apenas unas semanas acabó el Dakar, los aficionados a los retos tienen en estos momentos otra cita con la que saciar sus ansias de competición. Actualmente está en marcha The Ocean Race, una de las carreras de regatas más importantes del mundo, debido a su larga duración y a las duras condiciones a las que los contendientes tienen que hacer frente. Un desafío que, pese a realizarse en el agua y no sobre tierra ni asfalto, está sumamente vinculado al mundo de la automoción gracias a Volvo, una compañía que lleva ofreciendo su apoyo desde hace casi 20 años.
En origen, el campeonato era propiedad de la multinacional británica de restauración Whitbread, quien, allá por 1973, impulsó su primera edición. En aquella ocasión, los participantes salieron de Portsmouth (Reino Unido), lugar al que también debían regresar dando la vuelta al mundo. Con una frecuencia de entre tres y cuatro años, el encuentro se siguió llevando a cabo con recorrido idéntico hasta que en 1989 se trasladó la partida y destino a Southampton.
Esta nueva ubicación se prolongó hasta 2001, cuando se decidió modificar el itinerario y concluirlo en Kiel (Alemania). Fue ese mismo año cuando Whitbread vendió el torneo a Volvo. La automovilista decidió traerla a España y renombrarla, pasando de ser la Whitbread Round the World Yacht Race a la Volvo Ocean Race. Bajo este patrocinio, la regata comenzó en Vigo en la edición de 2005 y a la siguiente se trasladó a Alicante, donde ha permanecido hasta la fecha. Desde su salida en la península, el punto de meta ha variado, siendo estos: Gotemburgo (Suecia), San Petersburgo (Rusia), Galway (Irlanda), Gotemburgo, de nuevo, y La Haya (Países Bajos).
Otra novedad introducida por el fabricante fueron las paradas en Francia, Alemania y Suecia, debido a que se tratan de algunos de los mercados más relevantes de la insignia en Europa. En la edición en curso, los competidores salieron de Alicante el pasado 15 de enero y tendrán que afrontar siete etapas que les llevarán a través de Cabo Verde, Ciudad del Cabo, Itajaí, Newport, Aarhus, La Haya y, finalmente, Génova. En total, se trata de 36.000 millas náuticas, el equivalente a casi 67.000 kilómetros, que concluirán el 1 de julio.
El compromiso de Volvo
En 2018, Volvo decidió vender la titularidad de la competición a la compañía española Atlant Ocean Racing Spain, motivo por el que el nombre del fabricante ya no acompañará al de la competición. Sin embargo, debido a la relevancia que la sueca ha tenido en la realización de esta prueba durante los últimos 17 años, la nueva directiva decidió que siguiera colaborando en la organización en calidad de Premier Partner.
No en vano, tanto Volvo como The Ocean Race comparten una porción de su ADN, ya que ambas entidades mantienen un firme compromiso con el medio ambiente. La carrera tiene como objetivo social concienciar sobre la importancia de los océanos y la necesidad de adoptar medidas que aboguen por su protección.
Con este propósito, promueve conferencias sobre ecología, participa y lleva sus propuestas a foros mundiales e, incluso, desempeña trabajo de campo realizando mediciones que puedan ser útiles para evaluar el estado del medio.
Entre sus proyectos actuales figuran «One Blue Voice» o «Relay4Nature», que busca movilizar a la población por la recuperación de los ecosistemas marítimos, junto a iniciativas educativas que persiguen concienciar a los más pequeños. Por su parte, Volvo también está completamente implicada en acciones relacionadas con la reducción de la polución y el reciclaje.
Ejemplo de ello es que, en 2018, presentó una versión de su híbrido enchufable XC60 T8 que ya incorporaba un importante porcentaje de componentes que habían sido confeccionados con plásticos reciclados. Entre las materias primas empleadas destacaba la presencia de redes de pescador, un elemento que, más allá de su composición, resulta especialmente dañino para la biosfera por su estructura en la que quedan atrapados peces y moluscos.
Es por esto que la ambición de la compañía es conseguir que el 25% de los plásticos empleados en sus vehículos sean de origen reciclado en 2025. En la misma línea, en abril, Volvo realizó una inversión estratégica en la suiza Bcomp, que se dedica a desarrollar materiales a partir de fibras naturales.
De este modo, podrá implementar en los próximos ejercicios elementos más sostenibles dentro de sus automóviles. La insignia tiene muy definidos sus objetivos medioambientales a corto y medio plazo. Para dentro de dos años, confían en que la mitad de sus ventas correspondan a mecánicas 100% eléctricas y que sus vehículos sean un 40% menos contaminantes que en 2021.
También abogan por una reducción de los residuos y del agua empleada para la producción de coches, en un 20% y un 15%, respectivamente. De hecho, la fecha en el horizonte para dejar de comercializar térmicos ha sido fijada en 2030, un lustro antes de lo dictado desde las instituciones europeas.
Asimismo, para 2040, la firma espera ser totalmente neutra en emisiones (no expulsará gases contaminantes a la atmósfera en ningún punto del ensamblaje de sus automóviles), aplicando un sistema de economía circular que reduzca su producción de carbono en 2,5 millones de toneladas al año.