MARIANO COLLADO
Se ha escrito mucho en las últimas semanas sobre los aspectos económicos del Mundial de Sudáfrica, en relación tanto con los patrocinadores del evento y de las selecciones nacionales que compitieron como con el impacto que el evento puede tener sobre la situación económica general, dada la suma descomunal que genera un acontecimiento de este tipo.
Hasta el propio Miguel Sebastián ironizó sobre las consecuencias económicas del éxito de la selección española y, tras la clasificación de la Roja para la final, bromeó con la posibilidad de revisar al alza las previsiones de crecimiento del PIB, partiendo de la hipótesis de que la actuación del equipo de Del Bosque sería capaz de levantar el ánimo de los consumidores y de potenciar la imagen del país en el exterior.
Más allá de la ironía del titular de Industria, lo cierto es que el éxito de los equipos nacionales genera entre sus compatriotas una euforia sin fundamento racional, un optimismo colectivo que, por encima de la realidad que cada uno debe afrontar a diario, puede incluso llegar a tener un impacto, por mínimo que sea, sobre el consumo e incluso sobre la productividad.
Opinión completa en la edición impresa de La Tribuna de Automoción nº 351