Juan Roig Valor / Madrid
Después de 17 meses, Porsche Ibérica ha terminado la reforma de su sede, situada al norte de Madrid. Del edificio original solo queda un pilar de ladrillos con una placa que reza ‘Avenida de Burgos, 87’, el mismo año que la marca de Stuttgart compró el edificio y se instaló, pintándolo de negro y erigiendo una torre que pasaría a ser una seña de identidad.
30 años después, decidieron modernizar su edificio —sede corporativa y concesionario a partes iguales— y lanzaron el proyecto a concurso entre estudios de arquitectura españoles. Los ganadores eran también autores de la Torre de Cristal o la nueva sede de BBVA, ‘La Vela’: Ortiz León.
La reforma fue difícil, pues se pretendió seguir manteniendo el taller operativo mientras se llevaba a cabo. Pero el resultado es sorprendente. Los arquitectos supieron integrar la parte corporativa de Porsche Ibérica con la parte comercial de su Centro Madrid Norte, diferenciándolas claramente. Los trabajadores pudieron salir de sus oficinas provisionales en la calle Padres Dominicos para estrenar su nueva sede, coincidiendo con el 70º aniversario de la marca.
El espacio de oficinas se sitúa en las dos plantas superiores, con espacios diáfanos para trabajar —de los múltiples despachos que había antes, solo se han mantenido 10, con nombres de personajes emblemáticos para Porsche, como Wolfgang Porsche, Louise Piëch o Herbert von Karajan—, y salas de reuniones nombradas con circuitos en los que acumulan victorias. Curiosamente, en medio de los escritorios existen unas cabinas insonorizadas para hacer llamadas: en la intimidad a plena vista.
Un centro de experiencias
La planta baja está destinada a la exposición: 1.757 m2 en los que conviven vehículo nuevo, de ocasión (Porsche Approved), la zona de entregas, configuradores de realidad virtual, una cafetería, una muestra itinerante del Museo Porsche —había un prototipo de 928 cabriolet, un 911 Safari y un coche de Le Mans— e incluso una zona de clásicos, para la que recibirían la certificación en junio. Esto convertiría al centro de Madrid en el concesionario mejor preparado de la península Ibérica para reparar cualquiera de sus modelos: desde el 356 hasta el 918.
Y es precisamente su taller lo más impresionante del nuevo centro. Lo único que quedó del antiguo fueron los muros: sistemas de extracción de gases, buena iluminación, métodos de organización y seguridad digitales, tres cámaras de pintura… En total, 1.639 m2 de taller, y ni un solo hueco sin aprovechar. 12 de los 13 mecánicos que trabajan allí cuentan con la certificación Oro de la central alemana, para la que tienen que tomar una prueba escrita y solucionar una avería en un coche sin que les indiquen qué ocurre.
En palabras de Tomás Villén, director general de Porsche Ibérica, “no tenemos una obsesión por el volumen, de hecho hasta nos interesa vender un poco menos de lo que pide el mercado. Lo que sí que nos importa es la satisfacción del cliente”. Todo en el nuevo edificio ha sido meticulosamente calculado para que sea así.