ARTURO DE ANDRÉS
Como complemento a lo que la pasada quincena expuse en relación con la exagerada proliferación de marchas en las transmisiones actuales, voy a centrar la de ésta en el coche como herramienta específicamente laboral, al servicio de los profesionales que precisan hacer uso de él, con un amplio kilometraje anual, para el desempeño de su trabajo.
Y lo mismo da, a la hora de elegir la herramienta adecuada, que la propiedad como los gastos de utilización corran por cuenta del profesional autónomo como de una empresa que, en régimen de renting, facilite el vehículo a sus empleados; puesto que, a fin de cuentas, la economía de adquisición y de utilización, acaba repercutiendo en una cuenta de resultados, sea individual o empresarial.
El primer factor a tener en cuenta, antes que el de la economía de explotación, es el segmento comercial del coche a adquirir, en función de reales o teóricas necesidades de representatividad; para moverse en tráfico urbano o metropolitano, nada como un utilitario segmento B (Ibiza, Fiesta, Clio, 207, Corsa, C3, Polo, Punto o Yaris, por citar los más habituales).
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