ÁNGEL ALONSO
Son las primeras líneas del nuevo curso. No me apetece hacer de agorero, costumbre tan recurrente en las crónicas o artículos propios de esta temporada. Tiempo, once meses, ni más, ni menos, quedan por delante para hacer comentarios de los sucesos que ya se agolpan para entrar en la pista de los acontecimientos. Hagamos, pues, el responsable e inteligente ejercicio de acumular datos para comentar sobre hechos y no sobre supuestos.
Es por elo, que en la columna arriera inaugural del nuevo curso me apunto al ejercicio de reflexionar sobre lo acaecido este verano; de las vivencias propias de un tiempo de asueto en el que casi todo se mira con otro prisma y talante, y en el que, como sana costumbre, confieso “sotto vocce” que apenas he leído un periódico o me he apuntado a la visión de un noticiario televisivo; aún más, apenas he encendido la caja tonta o he pulsado el dial de la radio. Todo lo más, uno o varios libros de lectura relajada, bajo la refrescante sombra de una arboleda con el silencio como muy grata compañía.
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