ÁNGEL ALONSO
Nada más propio que en esta última columna arriera del curso que un repaso a lo que han sido los once meses dejados atrás.
El verano es sinónimo de vacaciones y, por tanto, un paréntesis en la rutina. Se trata de cargar pilas en la forma de renovar conciencias, razonamientos y conocimientos para afrontar ese nuevo curso que solo nos da la tregua de un corto mes; por eso estamos en la obligación de vivirlo intensamente. Esa conciencia de lo muy efímero que tenemos de las vacaciones, como ocio atento a todo lo que nos rodea, será el mejor bagaje para afrontar, tan solo unas semanas después, la observación y el análisis de los acontecimientos que nos deparará el nuevo curso desde una perspectiva más rigurosa y profesional. Bienvenido, pues, ese descanso.
Tengo la conciencia de que me encuentro ahora, en este mismo momento, ante uno de aquellos, ya lejanos en el tiempo, exámenes colegiales de fin de curso, en el que me jugaba la cara de un estío despreocupado o la cruz de otro con el latazo del repaso, en horas de playa o excursión para los demás, a las asignaturas que quedaban colgadas para septiembre. Si esa prueba le toca hacerla al sector del automóvil, la verdad es que la etapa recién concluida ha dejado calificaciones muy variopintas, incluso algún cate que precisará de la preceptiva recalificación en los siempre taciturnos y otoñales inicios del nuevo curso.
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