MARIANO COLLADO
Opinar sobre la recién aprobada reforma laboral requiere, cuando menos, cautela, toda vez que la tramitación parlamentaria de la norma puede suponer la incorporación de matices a tener en cuenta. El Gobierno sostiene que el texto no va a sufrir variaciones significativas que alteren su espíritu. Ya se verá, pero no está de más recordar que no es la primera vez que el Ejecutivo termina por decir ‘diego’ donde dijo ‘digo’.
En todo caso, un primer análisis del texto ya en vigor revela que la reforma está orientada a satisfacer las necesidades del empresario. Digan lo que digan desde el Gobierno, la nueva normativa supone un recorte de derechos de los trabajadores. Ya se sabe, cuando las cosas se ponen realmente feas, se aplica la vieja máxima del terrateniente: “al obrero y al gorrión, perdigón”. Lo que ocurre es que los empresarios, al menos los que representan a este colectivo en la negociación, son como los peces de los acuarios, siempre quieren más, hasta tal punto de que hay que distribuirles la comida con cautela, pues si se les diera todo el alimento de una vez, lo engullirían hasta la muerte.
Opinión completa en la edición impresa de La Tribuna de Automoción nº 349
