ÁNGEL ALONSO
Tiempos mudables estos de crisis. Todo parece ponerse en solfa y, por paradójico que parezca, todos parecen tener solución a los muchos problemas que nos aquejan. Los viejos órdenes se tambalean y se pretenden sustituir por otros nuevos sin pasar por el tamiz de las experiencias que avisan de los efectos perversos a posteriori. Es una especie de revolución o involución - según se mire- ideológica, asentada exclusivamente en los planos teóricos de las modas y de las ocurrencias. No estaría de más una rociada de escepticismo.
El ungüento amarillo de los nuevos tiempos es el de las reformas laborales, recibidas desde un prisma ultra-liberal que convierte a la empresa en faro orientador y a los trabajadores en fardo y pesada carga del desarrollo. Dicho de otra forma: empresarios lúcidos frente a empleados (por cuenta ajena) en permanente sospecha de rémoras como la vagancia y de derechos de propiedad inalienable sobre el empleo, pero que Don Dinero compra con su proverbial magnanimidad.
Opinión completa en la edición impresa de La Tribuna de Automoción nº 349