ÁNGEL ALONSO
Una última preocupación que escuece mi sensibilidad hacia esta maravillosa actividad que es el mundo del automóvil es más cuestión de talante estético que de números o de estadísticas o de conflictos o de modelos más o menos afortunados o emocionales. Se encuadra en algo más subjetivo: es una percepción bañada por la realidad y la corriente frívola de los últimos tiempos que contamina la seriedad que más que se le supone a esta noble y notable ocupación.
No vamos a descubrir ahora que los talantes de la comunicación y sus modos de transmisión han cambiado por el concurso ya imparable de las nuevas tecnologías. La columna arriera no va en esta ocasión de tópicos.
Pero ese dogma, y como dogma, incuestionable, no es óbice, cortapisa ni valladar para dar pábulo a nuevos modos de comunicación que se asemejan a los deleznables estilos de la televisión basura que, tanta fortuna, para nuestra desgracia, han hecho en la opinión pública, transformada hoy por ese intrusismo, en patio de corrala y no en el termómetro fiel, del estado de cosas sobre una idea, un acontecimiento, una persona o un producto.
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