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Así no hay manera

ÁNGEL ALONSO

El primer aldabonazo del nuevo curso se oyó con el comercio automovilístico mensual más exiguo en volumen del que se tiene conocimiento. El segundo, sólo un día después, con un dato de paro que se atiene a las dramáticas tendencias anuales de subidas casi incontroladas, pero con el matiz más que preocupante de que se incrementa en un mes estacionalmente favorable, aún en las peores coyunturas.

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ÁNGEL ALONSO

El primer aldabonazo del nuevo curso se oyó con el comercio automovilístico mensual más exiguo en volumen del que se tiene conocimiento. El segundo, sólo un día después, con un dato de paro que se atiene a las dramáticas tendencias anuales de subidas casi incontroladas, pero con el matiz más que preocupante de que se incrementa en un mes estacionalmente favorable, aún en las peores coyunturas.

El triángulo cierra con el vértice de un informe  del Fondo Monetario Internacional, en el que se aboga por una restricción rotunda de los mecanismos de protección a los contratados indefinidos, en una nueva ofensiva de presentar socialmente al poseedor de un empleo más o menos estable como un nuevo aristócrata y en la añagaza de añadir la detentación de un trabajo como una dádiva del sistema, y no como una aspiración reconocida en cualquier carta magna o declaración de derechos universales. Cambian los tiempos y cómo.

En la niebla de este comienzo de curso se vislumbra entre las brumas una fuerte desconfianza ciudadana respecto a sus dirigentes políticos en el Gobierno y en la oposición  con capítulos truculentos como el que se avecina con los Presupuestos Generales del Estado; la miopía estúpida, propia de pésimos dirigentes, atendiendo en exclusiva a la anécdota de su tribu o partido, desdeñando la terapia impopular y desagradecida en el corto plazo de las urnas de trabajar con la vista puesta en los beneficios comunitarios de más largo recorrido, pero más sólidos; el divorcio entre lo político y lo social, por muy desacreditadas que estén las organizaciones de este último rango, que siempre genera una huelga general ya convocada. Vamos, que entre lo ya conocido y lo pendiente de certificación en la cronología de los acontecimientos, vender una micra de optimismo es como colocar un aparato de aire acondicionado en el Ártico.

 

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