ARTURO DE ANDRÉS
Bartolomé Vargas, Fiscal de Tráfico, acaba de anunciar una campaña contra los que ha llamado conductores “acosadores”. Enunciado de modo tan genérico, nada que objetar a dicho objetivo: reprimir el comportamiento de esos conductores que te echan el coche encima, o se cuelan en huecos inverosímiles tras de haber adelantado por la derecha. Pero un análisis más profundo nos revela que existen otras facetas; y la primera es que, por cada conductor acosador, quizás exista otro al que podríamos denominar “obstructor”.
Fuera del tráfico urbano, donde la clave radica en el sentido común (se adelanta por la derecha, no hay distancia de seguridad, se cambia de carril con tal de señalarlo), se pueden distinguir dos entornos diferentes: la carretera de dos carriles, en la que se adelanta, cuando hay línea discontinua y la visibilidad lo permite, utilizando el carril por el que circulan los que vienen en sentido contrario, y la autovía o autopista, con mediana de separación entre ambos sentidos de marcha, y dos o más carriles en cada uno de ellos. Y en ambos entornos hay dos circunstancias muy distintas: tráfico fluido, o congestionado. En total, el juego se realiza en cuatro campos distintos; veámoslos uno a uno.
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