Arturo de Andrés
De siempre he defendido que el manejo de los intermitentes requiere una actitud racional y reflexiva mucho más que una utilización automatizada y mecánica.
Bien es cierto que dar un intermitente, incluso cuando es innecesario, no hace daño a nadie, mientras que no hacerlo cuando sí es determinante para indicar nuestras intenciones sí que puede traer malas consecuencias.
Pero no es menos cierto que darlo de forma automatizada, para acabar no haciendo la maniobra que la lucecita parecía indicar que se iba a realizar también puede causar problemas, y no digamos considerar que el simple hecho de haber accionado la palanquita ya nos da derecho a girar o desplazarnos sin necesidad de mirar por el espejo retrovisor.
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