ARTURO DE ANDRÉS
La pasada quincena hablamos de la poca precisión en las normas relativas a la seguridad pasiva; en ésta me referiré a algo similar, pero en la normativa de consumo y contaminación. Porque es malo que una normativa única quiera compatibilizar conceptos que, aunque relacionados, tienen su carácter peculiar.La primera alarma de lo que ocurre cuando las cosas se sacan de quicio sonó a principio de los ’70, al cobrar auge el tema de la seguridad: los constructores presentaron, bajo la denominación de ESV (Experimental Safety Vehicle, o vehículo experimental de seguridad), unos mastodontes de 5 a 7 metros de longitud rodeados de un colchón neumático, porque aún no se había desarrollado la técnica de las zonas de deformación progresiva. Antes de llegar a la serie, murieron como consecuencia de la crisis del petróleo del ’73; nunca más se volvió a oír hablar de los ESV.
Opinión Completa en la edición impresa nº348
